La isla del tesoro
Robert Louis Stevenson
Traducción de Jaime Sánchez Ratia
La mota negra, 1997
"Habiéndome rogado el señor Trelawney, el doctor Livesey y los otros caballeros que pusiera por escrito todo lo referente a la Isla del Tesoro, desde el principio hasta el fin y sin dejar nada en el tintero salvo las coordenadas de la isla —y ello porque todavía quedan en ella tesoros enterrados— mojo mi pluma en el año de gracia de 17… y retrocedo en el tiempo hasta la época en que mi padre se hizo cargo de la vieja posada Almirante Benbow y un marinero viejo y tostado por el sol, con un sablazo en pleno rostro, se alojó por primera vez bajo nuestro techo.
Lo recuerdo como si fuera ayer, cómo se acercó renqueando hasta la puerta de la posada, con su cofre marinero a unos pasos en una carretilla, hombre alto, fuerte, pesado, con la piel requemada por el sol y una coleta embreada cayéndole por encima de la hombrera de su sucio gabán azul, con las manos descuidadas y moteadas de cicatrices, las uñas negras y rotas y un tajo de sable —muy blanco, casi lívido— corriéndole todo lo largo de la mejilla. Me acuerdo de cómo paseó su mirada sondeando la cala, al tiempo que silboteaba, y cómo rompió a cantar aquella vieja canción marinera que tantas veces habría de oír después.
“Quince hombres en el cofre del muerto,
Ja, ja, ja y una botella de ron.”