Mis abuelos paternos eran de Barcelona y Tarragona, él y ella, y acabaron varados en Zaragoza, tras un año en Elizondo, porque mi abuelo, inspector de aduanas, fue represaliado al acabar la Guerra Civil, castigado a traslado obligatorio con medio sueldo y jornada completa. Mi madre, a la que se ve conmigo hacia 1961 en el jardín de una casa de veraneo alquilada en Tarragona, era de familia zaragozana, de lejana ascendencia vasca, de ahí el Ratia. Mi abuelo materno tenía mil profesiones, una de ellas asentador de frutas, que nunca supe bien qué era. Murió, creo, cazando, patulae recubans sub tegmine fagi. ¡Pas mal! Mi abuela materna era hija natural, según creo, de ahí el apellido Gracia, uno de los que se usaban en esos apuros bautismales. Era una mujer bella y de aire triste, a la que no conocí, pues murió de un cáncer cruel todavía joven, antes de que me nacieran.
A la puerta del Pilar, mi padre y mis abuelos. Mi padre tenía aire de señorito, pero era ateo y volteriano. Luchó con los rojos y acabó de teniente de caballería. Era lector infatigable de Proust y devoto escuchador de Bach y Shostakovitch. Iba para Port-Bou el 39 pero se dio la vuelta, saliendo indemne de un consejo de guerra. Zaragoza fue su exilio interior, cumplida una mili de tres años, propina imperial a otros tantos de guerra en el bando equivocado. Técnico de Hacienda, se dedicó después, básicamente, a leer y a escuchar música. A ratos filosofaba en voz alta, como para sí. Los hijos escuchábamos en silencio, pacientes y, no pocas veces, ausentes.
En el jardín de una casa de veraneo tarraconense, probablemente en agosto de 1961 o 62. Yo de pequeño era mono, luego la cosa se fue torciendo. Mi madre había nacido en 1922, y yo le recordaba a veces, con bastante mala sombra, que era del año del descubrimiento de la tumba de Tutankamón. Era madrugadora, atenta, gran ama de casa, infatigable y cariñosa. Además, trabajó de administrativa en Hacienda durante 45 años nada menos: 15 trienios.
En el Cinema Elíseos, ya desaparecido como tal, (creo que ahora es un Burger King o un McDonalds), en la entrega de los regalos de Reyes. Se aprecia al fondo uno de los dos nichos con sendas cráteras nuevo imperio que custodiaban la pantalla. La foto debe ser de 1968 o 1970 más o menos. Me tocó Baltasar y yo, escéptico ya a esa edad, me preguntaba cómo haría el buen hombre esa noche para sacarse todo ese betún de la cara. La caja contenía un escopetón de aire comprimido que tiraba unas bolas de plástico compactas, dudosamente navideñas, rayando lo antidisturbios.
La abuela Pilar Ratia, con mi madre. Es una foto de antes de la Guerra Civil.