"...En una reunión en que coincidí con alguien a quien amaba, mi mente se puso a discurrir todas las formas imaginables de la posesión, pero todas acabé por considerarlas, en relación a mi deseo, pocas, incapaces de acallar mi ardor amoroso ni de apagar la más nimia de mi ansias. Constaté que la cercanía no hacía sino redoblar el tormento del amor, y que el pedernal del deseo, atizado, levantaba entre mis costillas llamaradas de pasión arrebatada. Sobre esa reunión escribí estos versos:
Mi corazón quisiera hendido por cuchillo carnicero,
que te metieran en él, tapiaran después mi pecho,
para que amanecieras dentro y no moraras parte alguna,
hasta el Día del Juicio, cuando se alcen los muertos,
habitarías en él mientras viviera y, a mi muerte,
en la oscuridad del sepulcro ocuparías su entretela."