Aparece en La Vanguardia esta noticia interesante sobre el váter de oro macizo instalado por el artista italiano Maurizio Cattelan (famoso por su plátano pegado a la pared con cinta aislante) en los retretes del Museo Guggenheim de Nueva York (https://www.lavanguardia.com/.../america-vale-peso-oro.html).
A decir verdad, el inodoro es impresionante, como sacado de un tesoro de Sipán, y brilla tanto como la máscara de Tutankhamon, que precisamente estos días hace gozosos estragos entre los pasmados visitantes del flamante nuevo Museo Egipcio, inaugurado oficialmente hace poco. A mí me vuelve a concomer la pregunta insidiosa que me surge cuando escucho los precios millonarios que alcanzan algunas obras de arte: ¿Son esos precios indicio de lo mucho que vale el arte o de lo poco que vale el dinero? No lo sé. En este caso, me surge una pregunta similar: Este inodoro de oro ¿es el símbolo implacable de la modesta utilidad del oro, que ahora precisamente centuplica su precio, o más bien del entronamiento del excremento y lo escatológico, en su sentido más literal (como estudio de las últimas cosas), en estos tiempos cuasi apocalípticos que nos está tocando vivir?
Dice la noticia que más de 100.000 personas hicieron cola para usar el inodoro de vil metal, más vil que nunca ahora. Imagino que de esos usuarios, la gran mayoría se hicieron un selfie irrepetible mientras hacían uso del sanitario, otro signo inapelable de los tiempos. El váter de oro es también una puya soterrada a Trump y su reinado de purpurina populista, y como tal tiene sentido, no en vano su autor lo ha bautizado América. Dicen que tiene otro igual para uso personal, no sé si es cierto o no.
Pero no hay que desanimarse: si se dispone de 10,2 millones de dólares se puede pujar por él en Sotheby's el próximo día 18. Veremos en cuánto se remata. Supongo que lo limpiarán a fondo aunque, bien pensado, quizás sin limpiar superase todas las estimaciones.
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